Tipo de marcha: Ida y vuelta
Distancia: 20 Km
Desnivel acumulado: 1500 m. de subida + 1500 m. de bajada.
El Aneto se eleva hasta los 3.404 metros sobre el nivel del mar en el centro de los Pirineos, cordillera cuyos territorios recorren casi por completo la frontera entre Francia y España. La cima se encuentra al noreste de la provincia de Huesca y ocupa el extremo oriental de los Montes Malditos. La arista que lo une con la célebre Maladeta, más al oeste, sobrepasa los 3.000 metros de altura, y despunta en una hilera de picos denominada Coronas, que, junto a la cresta de los portillones, otorga al macizo su imagen tan característica. Se encuentra situado en el Parque Natural Posets-Maladeta, en el municipio de Benasque, provincia de Huesca, comunidad autónoma de Aragón, en España. En su cara norte, a partir de los 2.810 m aproximadamente, reside el mayor glaciar de los Pirineos, con unas 100 ha de superficie. Está, al igual que muchos en el mundo, en franca regresión como consecuencia del cambio climático. Se calcula que en los últimos 100 años ha perdido más de la mitad de su superficie, y que en 30 o 40 años puede llegar a desaparecer.
La fecha elegida para esta ocasión fue el puente de mayo. Además con la fortuna de que la semana previa había estado nevando en la zona. Así que las perspectivas eran inmejorables, con esa nevada solo nos quedaba la incertidumbre del paso sobre el glaciar. El madrugón fue grande, a las 4 de la mañana ya estábamos en pie, salíamos desde el camping Aneto y teníamos que acercarnos en coche por la carretera que remonta el Valle del Ésera y nos lleva hasta la Besurta, punto de inicio. Al final entre una cosa y otra perdemos bastante tiempo y nos ponemos en ruta a las cinco y media. Ya ven nuestras pupilas las primeras luces del día recortar las siluetas de las montañas que nos rodean. Las primeras nieves las encontramos mucho antes de llegar al refugio de la Renclusa. Así que hacemos paradita para ponernos los crampones y echar un trago de agua. El rosario de personas que sube es importante. Somos de los pocos que subimos sin esquíes. La mayoría sube son ellos puestos desde la Renclusa y muchos con las tablas de Snow a la espalda. Me temo que a la bajada nos vamos a morir de envidia viendo como bajan deslizando ladera abajo. A las seis y media ya estamos rebasando el refugio y continuamos ya con bastante luz, directos hacia el Portillón Superior con ganas de ver desde allí el final de nuestra marcha, el Aneto y el paso por el glaciar. Caminamos a paso decidido y con mucha energía subiendo a derecho por la nieve en dirección al Portillón, estamos bien acompañados de numerosos esquiadores que también suben, pero un poco más cómodos que nosotros.
A las nueve estamos ya disfrutando de las vistas hacia el Aneto, impresionantes la verdad. Y con claridad se ve la ruta que nos ha de llevar al Collado Coronas y desde allí a la cima del Aneto. La marcha por el glaciar es fácil, mucho más de lo que habíamos leído, hablaban de las grietas, pero nosotros nos vimos ni una, la nieve todavía a estas horas está bastante dura y no nos da ningún problema. Y así paso a paso vamos ganando altura llevando a nuestra derecha la gran cresta de la Madaleta, el pico Maldito y el Pico Coronas. Sobre las once de la mañana estamos en el Collado Coronas, descansito un poco de alimento y bebida para reponer fuerzas y las fabulosas vistas desde este punto, son todo montañas con sus cumbres nevadas, una alegría para la vista. Nos queda nada más que ascender la pirámide cimera, que remontamos por una pala de nieve más inclinada: casi 40º pero que se pueden atenuar a base de diagonal, que es lo que hace la huella. Tras pasar cerca, dejando a la derecha, la Punta Oliveras, salimos de la nieve y caminamos sobre el cascajo los últimos metros antes del paso de Mahoma. Ya solo nos queda este paso mítico sobre el que hemos leído tanto, pero el atasco a las doce de la mañana es de impresión. Así que decidimos tomarlo con calma, nos acercamos y fuimos viendo como los grupos iban bajando mientras que los que subían esperaban a que la cumbre se fuera despejando.
En una de estas decidimos que ya es nuestro momento de pasar y a la una de la tarde estábamos en la cumbre disfrutando del sol, las vistas y haciéndonos las fotos de siempre. El techo de los Pirineos es impresionante, las vistas en 360º son de montañas y más montañas, de nieve y más montañas hasta el horizonte, extraordinario. Ahora toca el regreso que será duro, no nos cabe duda. A estas horas la nieve empieza a estar pastosa, el sol hace su mella, en estas fechas calienta bastante y la nieve se derrite con rapidez. Nos ponemos en marcha en dirección a la Renclusa. Muchas sorpresas nos quedaban todavía. La primera la encontramos pronto, nada mas llegar de regreso al Collado Coronas, vemos a un tipo salir corriendo como un poseso montaña para abajo, lleva a la espalda una pequeña mochila de la que salen cientos de cordeles que lo unen a una enorme tela. Pero que va a hacer el pollo!! Pues ya lo que ya os estais imaginando, volar!!!!! Es emocionante ver como despega y es sustentado por el viento cuando el enorme parapente se infla de aire con las térmicas que ascienden montaña arriba. Y allá va. Deslizandose como un enorme pájaro por el aire facilitándose la bajada mucho más que los demás, seguro que en un rato esta abajo tomandose unas cervecitas.
A nosotros todavía nos queda bastante, así que no nos vamos a demorar más, tenemos que poner el turbo que la nieve esta de pena y el final está todavía lejano. Sin problema llegamos al Portillón Superior, desde aquí solo nos queda la bajada hacía la Renclusa. Pero llegados al Portillón, sin darnos cuenta nos hemos desviado demasiado a la derecha y lo que nos encontramos al frente son unos enormes cortados que nos impiden el paso, hacía la derecha el cortado se prolonga durante muchos metros, y decidimos que es mejor ascender un poco aunque ya estemos cansados para coger la senda buena de bajada, no nos apetece nada meternos en aventuras, las piernas ya no están tan frescas como por la mañana y no es plan. Una vez cogida la senda buena, enfilamos ya directos hacía el refugio. La sorpresa esta a la vuelta de la esquina, aunque esta vez no va a ser nada agradable. Vamos a ser testigos de nuestro primer accidente de montaña. Nunca en los años que llevamos saliendo hemos visto incidente ninguno y la situación nos pilla de sopetón. En una de las paradas que hacemos para tomar un respiro, vemos a una pareja de montañeros en lo alto del cortado que nosotros dejamos atrás. Nos preguntamos que van a hacer pues están demasiado cerca del borde, cuando de repente, se me ponen los pelos de punta al recordarlo, vemos como uno de los dos tropieza, resbala y cae en caída libre cortado abajo, rebotando un par de veces contra alguna de las rocas que se encuentra en el camino. Espeluznante, imposible de llegar a describir el grito aterrador que llega a nuestros oídos. No somos capaces de creer lo que acabamos de presenciar. El corazón se sale del pecho. La circunstancia es que en la parada, mi compañero David, ha quedado unos cincuenta metros por encima de donde yo he parado. Él es el que está más cerca. Intentamos llamar por teléfono. Demasiado cerca del cortado, el teléfono no consigue coger cobertura ni para el 112. Decidimos en cuestión de segundos, que él se acercara hasta el lugar y yo salgo pitando montaña abajo hacía el refugio para poder avisar.
El corazón, juro que se me sale del pecho, el susto es de impresión. Corriendo mas que andando me lanzo hacía el refugio como un loco. No sé en qué estado está el montañero caído, pero la altura desde la que cae, viene a mi mente una y otra vez. Algunos esquiadores me van adelantado y bajo un poco el ritmo, pienso que ellos también lo habrán visto u oído y efectivamente así es. Cuando ya tengo el refugio a unos pocos cientos de metros oigo el rugir del rotor del helicóptero de la Guardia Civil, ya llegan al rescate, afortunadamente no han pasado más de veinte o veinticinco minutos, espero que la cosa no sea mala del todo. Espero ya en el refugio ansioso las noticias que mi compañero me pueda traer del estado del accidentado. Al cabo de una hora más o menos llega, contándome que el chaval está vivo de milagro que tiene un fuerte golpe en las costillas, que piensa que alguna estará rota, pero que además tiene un golpe en la cabeza. Se lo llevan trasladado, pensamos que al hospital de Huesca. Con esta fatalidad en la mente terminamos nuestro descenso hacía la Besurta. Jamás nos habíamos encontrado en una situación así. Hemos quedado un poco sobrecogidos. Hemos aprendido una lección, el accidente esta a la vuelta de la esquina, la mayoría de las veces por una imprudencia, alientados fatalmente por las ansias y las ganas de terminar con el cansancio de una dura jornada. Pero es en estos momentos cuando hay que tener la cabeza fría y no tomar decisiones precipitadas que nos pueden conducir a errores fatales. La seguridad en gran medida depende de nosotros mismos. De no sobrevalorar nuestra capacidad, de saber renunciar si es necesario, de llevar el material y la preparación adecuada y por supuesto de saber de ante mano las condiciones de la ruta que nos proponemos, si estamos en condiciones de afrontarlas. Una gran lección para el futuro. Son las seis de la tarde y damos por concluida la caminata, estamos en el coche y aunque contentos por el logro, en nuestras mentes las imágenes regresan en cuanto hacemos un silencio.
El corazón, juro que se me sale del pecho, el susto es de impresión. Corriendo mas que andando me lanzo hacía el refugio como un loco. No sé en qué estado está el montañero caído, pero la altura desde la que cae, viene a mi mente una y otra vez. Algunos esquiadores me van adelantado y bajo un poco el ritmo, pienso que ellos también lo habrán visto u oído y efectivamente así es. Cuando ya tengo el refugio a unos pocos cientos de metros oigo el rugir del rotor del helicóptero de la Guardia Civil, ya llegan al rescate, afortunadamente no han pasado más de veinte o veinticinco minutos, espero que la cosa no sea mala del todo. Espero ya en el refugio ansioso las noticias que mi compañero me pueda traer del estado del accidentado. Al cabo de una hora más o menos llega, contándome que el chaval está vivo de milagro que tiene un fuerte golpe en las costillas, que piensa que alguna estará rota, pero que además tiene un golpe en la cabeza. Se lo llevan trasladado, pensamos que al hospital de Huesca. Con esta fatalidad en la mente terminamos nuestro descenso hacía la Besurta. Jamás nos habíamos encontrado en una situación así. Hemos quedado un poco sobrecogidos. Hemos aprendido una lección, el accidente esta a la vuelta de la esquina, la mayoría de las veces por una imprudencia, alientados fatalmente por las ansias y las ganas de terminar con el cansancio de una dura jornada. Pero es en estos momentos cuando hay que tener la cabeza fría y no tomar decisiones precipitadas que nos pueden conducir a errores fatales. La seguridad en gran medida depende de nosotros mismos. De no sobrevalorar nuestra capacidad, de saber renunciar si es necesario, de llevar el material y la preparación adecuada y por supuesto de saber de ante mano las condiciones de la ruta que nos proponemos, si estamos en condiciones de afrontarlas. Una gran lección para el futuro. Son las seis de la tarde y damos por concluida la caminata, estamos en el coche y aunque contentos por el logro, en nuestras mentes las imágenes regresan en cuanto hacemos un silencio.
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